jueves, 25 de febrero de 2016

Screencasteando #2: producción (1): El vídeo

¡La serie continúa! Estoy seguro de que este capítulo va a resultar más digerible que el primero, pues aquí ya entramos de lleno en materia. Nos ponemos a grabar, de lleno en la etapa de producción.








A aquellos de vosotros que les parezca que el vídeo me ha quedado un poco largo, tengo que deciros una cosa: lleváis toda la razón. Este creo que es un récord en la historia del canal, y a lo mejor debería haber optado por dividirlo. El caso es que he pensado lo siguiente: esta es la primera parte de lo que ya de por sí es la segunda parte, con lo cual, si lo hubiese dividido habría sido la primera parte de la primera parte de la segunda parte. Y me niego a pensar demasiado en ello, me terminaría por explotar el cráneo con tanta subdivisión.


Total, que he decidido hacer un mediometraje y si tenéis la santa paciencia de verlo entero, me alegro. 
Pero vamos al lío; además de lo que menciono en este ladrillo, hay alguna cosa más a tener en cuenta y que no he incluido por parecerme tema menor. Por ejemplo, el asunto de la resolución. Con esto del tamaño del vídeo pasa algo parecido a lo que menciono del framerate. Lo ideal es grabar en el tamaño nativo de vuestro monitor, sea este el que sea. De este modo, nos aseguramos de que la calidad del nuestro archivo de vídeo en bruto es óptima. De todos modos, hay dos escenarios en los que a lo mejor nos conviene hacer algún cambio a la resolución de nuestro monitor:
  1. Nuestra pantalla tiene una resolución "rara".
  2. Nuestro ordenador no es capaz de manejar la resolución del monitor en el momento de la captura de escritorio. 
El primer punto puede ocurrir, por ejemplo, con esas resoluciones que tienen algunos ordenadores portátiles: 1366x768 y esa clase de combinaciones. No es que tengan nada de malo, y en según qué escenarios es hasta beneficioso que nuestro monitor no sea un derroche de píxeles; pero cuando se trata de editar vídeo, esos números pueden resultar un incordio. A Cinelerra, por ejemplo, no le gustan demasiado. Tanto en este tipo de casos como en los que engloba el punto 2, recomendaría ajustar a una resolución menor la salida de vídeo de vuestro monitor, o, si usamos OBS, reescalar la entrada a una resolución razonable (1280x720 podría ser algo admisible, que además no da tan mal en Youtube). El lado malo de esta técnica es que probablemente el escritorio no luzca tan bonito como en la "casi estándar" resolución de 1080... si podéis elegir, esta última siempre, eso sin duda. Y si tenéis un monitor de 4k, una de dos: o tenéis una gráfica de las muy potentes, y entonces todo esto os da más o menos lo mismo (tendréis potencia de sobra para grabar lo que sea), o no tenéis una gráfica potente y entonces me pregunto por qué demonios tenéis un monitor 4k... En cualquiera de los dos casos, la ultra alta definición no es de mi incumbencia.
Otro asunto que daría mucho que hablar pero en el que prefiero no meterme es en el del códec de grabación que debería elegirse. Y digo que prefiero no meterme porque el tema tiene tantos flecos y derivadas que prefiero pasarlo un poco de soslayo. Por un  lado, y en el contexto del pingüino, algunos de los códecs usados por los grabadores de escritorio pueden ser "no precisamente libres", con lo cual este puede ser un factor importante para los linuxeros puristas. Por otro lado, el códec a utilizar debe ser compatible con el editor de vídeo que vayáis a usar en posproducción, y a partir de aquí cada programa es un mundo. Si os sirve de ayuda, ahora mismo uso OBS para la grabación y Cinelerra (cuál si no) para la postproducción, y el códec de OBS (contenedor Quicktime, códec H.264 para el vídeo y MPEG-4 AAC para el audio) me funciona bastante bien, aunque me obliga a extraer y recodificar el sonido, pero bueno, es un mal menor. Esto me temo que lo voy a dejar en vuestras manos, y si os peleáis con los códecs y encontráis una combinación mágica, me lo comentáis donde proceda.
Y ahora sí, creo que esto es todo... el próximo capítulo, dedicado al sonido, promete ser, como mínimo, tan oceánico como este último. Espero que lo soportéis, las autoridades sanitarias advierte que la exposición prolongada a mi rostro produce desagradables efectos gastrointestinales. 



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