Paciencia es lo que hay que echarle a este juego. Partiendo de precedentes como el mítico Virtua Tennis, uno esperaría que el Sega Tennis mantuviese los mínimos de calidad, fuese divertido, jugable, competitivo, y esas cosas que los más exigentes le pedimos a un videojuego. Y sin embargo, lo que nos encontramos es un batiburrillo de luces y colores que sólo maquillan un desastre jugable de proporciones inconmensurables. En fin, ni para pasarse una tarde aburrida, aunque parece que Angelus le encontró el gusto a esta aberración...