sábado, 23 de febrero de 2013

Dale al puto intermitente

Como sabéis, soy una persona muy tolerante. Puedo entender el egoísmo, la codicia, la soberbia, la ambición y cualquiera de los otros pecados que se os ocurran. Quiero decir con esto que son pasiones humanas las causantes de ellos, y por tanto, puedo entender que haya gente que se sienta arrastrada por estos "males". Entiendo que alguien robe por codicioso, que mate por egoísta o que, en definitiva, haga algo en pos de un beneficio (que lo entienda no significa que lo acepte).
Ahora bien, lo que no puedo entender ni aceptar es la maldita manía de alguna gente de hacer cosas malas sin ningún beneficio. Y no me sirve la excusa del despiste o la torpeza, puesto que para otras cosas, todo el mundo está bien atento. 
Somoh unos fistros pecadores de la pradera. Chiquito dixit. Fuente: Pokazywarka
Ejemplos de esto vemos día sí y día también. Tirar un papel al suelo cuando al lado tenemos una papelera, es una pequeña transgresión, estamos de acuerdo, pero no por nimia me toca menos los cojones o simplemente gritar a horas intempestivas (aunque creo que aquí si que se consigue algo, como demostrar a los demás que eres imbécil) son ejemplos de esto que os digo. 
Gracias a Dios, las oportunidades que tenemos en nuestra vida para hacer un mal "significativo" son pocas. Nuestro poder a tal efecto no suele superar los ejemplos antes citados y, como hemos visto, las peores consecuencias de ello son: un poco más de suciedad urbana y que te despierte un energúmeno a las 3 de la mañana, vamos, nada importante.
Ahora sí, me cago en los malditos conductores que piensan que la palanca del intermitente está para colgar la ficha de la revisión del aceite. ¿Qué puede pasar por la cabeza de esta gente para que decidan no señalizar sus malditas maniobras? ¿Acaso es miedo a gastar una caloría? O ¿tienen miedo de gastar un nanowatio de la batería de su cochazo de marca alemana?.
Ninguna de las dos. Son mala gente sin beneficio. Es decir, ponen en peligro su vida y la de los demás sin obtener ninguna ventaja. 
Eso en mi pueblo se le llama ser más tonto que un adoquín.