miércoles, 13 de febrero de 2013

Cambiar el puntero del ratón en Ubuntu


Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo había un reino llamado Ubuntu poblado por miles y miles de felices habitantes, llamados archivitos. Cuenta esta leyenda que los archivitos vivían dichosos, aunque el rey de Ubuntu, el malhumorado Sir Shuttleworth, vivía encerrado en una torre de marfil, lejos de su pueblo. Sin embargo, el rey contaba con un ejército de bondadosos trabajadores, que día y noche se afanaban por cuidar del bienestar de los súbditos de Ubuntu. Dichos trabajadores, ufanos y cantarines, formaban una alegre algarabía doquiera se encontraran y eran conocidos por todo el reino con el sobrenombre de los programadorcitos. De este modo, todo era alaraca y alegría en Ubuntu y los archivos recibían cuidados y atenciones de los programadorcitos, y su majestad Shuttleworth lo observaba todo, complacido, desde lo alto de su torre.
Pero no todo iba bien en el reino. Algunos archivitos, sobre todo aquellos que vivían en las afueras del reino, o que procedían de otros territorios, eran atacados frecuentemente por un mal desconocido y terrible. La leyenda no aclara, pues era algo desconocido por quienes la compilaron, cuál era la fuente de ese mal. Circulaban entre los programadorcitos historias terribles sobre monstruos crueles, magos inefables y malignos, u hordas de programadorcitos convertidos a una extraña fe destructiva y diabólica; sea como fuere, algo aquejaba a ciertos archivitos, que, presas de este encantamiento, quedaban postrados y no podían atender a las tareas encomendadas por su rey.
Por suerte, los programadorcitos son seres benefactores e incansables, y cada archivito que caía bajo las redes de este mal (al que dieron en llamar "bug", que en la lengua del reino de Ubuntu significa "aquello que da tanto miedo que no se puede nombrar") recibía de inmediato toda suerte de conjuros e invocaciones salutíferas, que a menudo devolvían a la vida al sufrido archivo. Siempre que el archivito era devuelto a la vida, y tras la consiguiente celebración por parte de todo el reino (pues a todos alegraba que todo funcionase correctamente), era enviado un heraldo que informaba al rey de la buena nueva, y su majestad asentía con un leve movimiento de su imponente cabeza, pareciéndole bien todo aquello.
No obstante, del rey dependía que aquellos archivitos mantuviesen su salud plena y sirviesen al reino de la forma conveniente que estipulaba la ley de Ubuntu. Era el rey quien sancionaba qué conjuros debían recitarse periódicamente para que el archivito afectado pudiese seguir sano y salvo. Pero Sir Shuttleworth desatendía sus obligaciones. Algunos archivitos, descendientes de las familias más humildes, eran abandonados a su suerte y quedaba en manos de los programadorcitos la cura periódica de su maldición.
Este era el caso de un humildísimo archivito llamado index.theme, habitante de una casita de madera llamada default, en el barrio de icons, región de share, en la ubérrima provincia de usr. El pobre index, olvidado por el rey, caía enfermo todo el tiempo, y siempre espera la visita de un programadorcito que le ayude a trabajar y cumplir con los impuestos del reino. Su labor, aunque poco llamativa, no era vana: era un herrero afanado en la elaboración de punteros, una potente arma diseñada que utilizaban los programadorcitos para múltiples tareas. Aunque muchos de ellos, sobre todo los más veteranos, renegaban de ella y preferían los conjuros, no dejaba de ser una herramienta importante para el buen funcionamiento de todo el territorio.

Un poderoso puntero. Fuente: pixabay

El buen herrero index era capaz de elaborar hermosísimos punteros, chapados, tallados, repujados o damasquinados. Pero presa de la enfermedad, sólo era capaz de forjar unos pobres punteros pálidos. Al rey esto no parecía preocuparle, pues al fin y al cabo no hay puntero malo, como el monarca mismo aseguraba mientras devoraba a carrillos llenos muslos de pollo asado. Pero muchos programadorcitos piadosos se ocupaban, día tras día, de sanar al pobre index. Ninguno de ellos esperaba loa ni homenaje alguno por parte de Sir Shuttleworth, quien, desde su alta torre, se encontraba demasiado ocupado con los quehaceres propios de la realeza. Pero los programadorcitos continúan su abnegado trabajo...
Así que aquí os dejo el conjuro, mis pequeños programadorcitos, para que vosotros mismos podáis sanar al desgraciado index, y también para que no olvidéis lo importante que es un rey grande para un reino grande.

He aquí el conjuro
Moraleja: manda narices que desde que tengo conocimiento de Ubuntu este dichoso bug de los punteros no se haya solucionado decentemente.