Quiero decir, siempre o casi siempre podremos encontrar, en nuestra amada lengua madre, alguna palabra sustitutiva o paráfrasis para decir lo mismo que dicen nuestros coetáneos extranjeros, no obstante, y aunque es preferible utilizar nuestras propias palabras, hay veces que por economía léxica, por evitar aberraciones lingüísticas del estilo Cederrom (sí, la R.A.E. acepto esta palabra para referirse a CDRom en su tiempo) o simplemente porque queda más cool, es justificable el uso de palabras foráneas.
Sólo son palabras y, partiendo de la base de que el lenguaje está para comunicarse, hay que permitirle a nuestro idioma, de vez en cuando, algún affaire para actualizarlo y que siga siendo moderno y vigente (mi amigo filólogo no sé hasta que punto estará de acuerdo conmigo...).
Mi crítica no va por esos derroteros. Es un tema que no me atañe demasiado.
"El idioma español es como a mi me sale de los cojones". A.P. Reverte. Fuente: Listas.20minutos.es |
Lo que me llega profundo, lo que me fastidia sin impunidad, aquello que me hace hervir la sangre, no es el uso de una palabra extranjera por los motivos antes citados. Lo que de verdad me mata, es el utilizar una palabra (tanto me sirve para las palabras propias de nuestro idioma) para justificar un acto, una filia o un trato deleznable. A ver si se me entiende. Si decimos de alguien que es un asesino en serie a todos se nos van las manos a la cabeza, es una barbaridad. Para rebajar la tensión lo llamamos Serial Killer y ahora parece hasta que sea un buen tío. Así funcionamos en este país.
Es el eufemismo llevado a su máxima expresión. Ya no nos sirve con camuflar nuestra mierda con palabras propias sino que tenemos que escondernos en las de "otros".
A propósito de esto trata el vídeo de hoy. Y es que, un claro ejemplo de todo esto que estamos hablando, lo vivimos día si y día también en las intrincadas redes de Internet. No estoy hablando de otra cosa que de "hacer el troll", o "ser un troll", o "trollear". En mi pueblo, cualquiera de las acciones que se escudan bajo esos epítetos tenían la denominación de "tocar los cojones" y si bien se hacían (y hacen) con regularidad, eran castigadas con diversos tipos de maltratos físicos, incluyendo una patada en la zona corporal que ya hemos nombrado.
No pasaría nada, o por lo menos mi ofensa no seria tal, si el verbo "trollear" no fuese alzado como escudo para evitar las represalias que toda la vida tuvo el molestar a los demás. Al pan, pan; y al vino, vino. Si quieres molestar molesta, pero lo que tú haces no es una novedad, ni una moda, es más viejo que el TBO. No es una forma de arte. Y desde luego,por mucho que lo grites a los cuatro vientos, el decir "yo sólo estaba troleando" no va a defenderte ante una buena ensalada de hostias.