Todos sabréis ya la noticia, que ha circulado a lo largo y ancho de la red durante la última semana: Google suspende su servicio Reader en julio de este año. Para los que no lo conozcáis, os resumo. Google Reader era el servicio de RSS más extendido del planeta. El RSS es un sistema que permite recoger la información que se va actualizando en una web, de forma que su texto, fotografías y otros contenidos puedan ser leídos en un servicio como el que todavía ofrece Google o un lector de RSS que funcione como un cliente de escritorio o en un smartphone, tableta, etc. De este modo, Google Reader funciona (hasta el 1 de julio) como una especie de peródico donde podemos comprobar de un vistazo las diferentes actualizaciones de las páginas que más nos interesan. Además de eso, Google reader contaba con diversos servicios secundarios, que permitían marcar las noticias favoritas, compartirlas, etc.
A raíz de la noticia se han vertido multitud de comentarios, que puedo, gracias a la distancia que me permite el hecho de escribir días después de que se empiecen a calmar los ánimos, dividir en dos grupos: los que critican a Google por cerrar un sistema que era referencia para muchos de nosotros, y los que admiten que se trata de una decisión empresarial lógica y que no afecta al RSS como tal. En realidad las dos posturas no son incompatibles entre sí. Se puede criticar a Google (y con razón) por eliminar un sistema que, aunque no produzca beneficios en sí, fideliza a sus clientes, que somos todos aquellos que accedíamos a su sistema y valorábamos que mantuviesen algo que, no nos engañemos, sólo atrae a una minoría de internautas. De hecho se puede criticar incluso la validez empresarial de la decisión de los de Mountain View; en definitiva la fidelización es lo más importante cuando una empresa como Google depende de la publicidad para su correspondiente obtención de beneficios económicos. A Google no le conviene enseñar sus cartas como compañía multinacional, tan empresa como cualquier otra, es decir, una compañía más que supedita los beneficios frente a otras facetas como la social, entre otras.
Por otro lado, y continuando con mi razonamiento, es su servicio y hacen con el lo que les da la gana. Si alguno de nosotros se ha tirado de los pelos ante la noticia, convencido de que Google Reader sería mantenido indefinidamente, estaba equivocado. Y tal vez esto nos valga como lección a todos: por bueno que sea un servicio, si está en manos privadas no está garantizado que se mantenga a lo largo del tiempo si no da beneficios económicos. Más aún: si está vinculado a una empresa, no vale con que dé beneficios: tiene que dar mucha pasta, muchísima. Ya sabéis que en el mundo de las grandes empresas sólo triunfa el que la tiene más larga, aunque no sepa usarla, perdonadme el símil.
Así las cosas, conviene llamar a la calma. Existen alternativas a Google Reader, que quizá de momento no cubren todas las características de este servicio, pero que seguramente se irán poniendo al día en el alegre devenir de la libre competencia. Surgirán nuevas páginas, nuevos servidores y nuevos clientes; nosotros podremos comparar y elegir el que nos convenga; si, al fin, alguno de ellos no triunfa, cerrará sus puertas y sus usuarios podrán seguir buscando otro al que aferrarse hasta la siguiente migración. La vida continuará tras Google Reader y el RSS sobrevivirá.
Hasta aquí el buen rollo. A partir de ahora viene una reflexión que he ido madurando a lo largo de estos días y que quiero compartir con vosotros. Buscando información por la red acerca de posibles sustitutos para Reader me fui, sabiendo que del tema se hablaría, a uno de mis Blogs de referencia, incognitosis. Efectivamente, Javipas (autor del blog y conocido por su otro nick, "picajoso" en otras páginas del mundillo de la tecnología y el software libre) nos regalaba un completísimo artículo en el que desgranaba un montón de alternativas, además de incluir en el texto su opinión al respecto. No suelo escribir demasiados comentarios en blogs. Desgraciadamente, no dispongo de tiempo para ello, pues la tarea (muy placentera) de entrar en comunicación con vosotros a través de los diversos medios con que cuenta este blog ocupa todo mi tiempo dedicado a los menesteres sociales. Pero en esta ocasión quise compartir con Javier y con el resto de lectores de aquel artículo mi punto de vista sobre las opiniones vertidas en el mismo. Mala suerte; el comentario no ha llegado a ver la luz, ignoro si debido a un error informático o a otras causas en las que prefiero no entrar. Y mi opinión ante el asunto de los RSS va mucho más allá que las noticias relativas a Google y sus decisiones comerciales. Aquí las tenéis:
El RSS es un estándar. Sirve para que la información que circula por la red pueda recogerse de manera uniforme y normalizada y que de esta manera sea accesible al margen de las especificaciones de la web que la aloja. Ese es el principio de los RSS: el formato de la web es el que su autor quiera, pero el contenido debe ser transferible y no estar atado a un formato determinado. Por esta razón, cualquier blog o página que haga uso del sistema RSS pero no ofrezca sus contenidos completos, no está haciendo un uso ético de este formato. Tan sencillo como esto: Si una página o blog emite RSS "cortados", con un "leer más" o "sigue aquí" que enlaza a la fuente, es una forma de prostituir el uso original del RSS. Es utilizarlo como una mera fuente de titulares cuando la idea no es esa. Si yo no tengo dinero para pagarme una conexión 3g, quiero tener la oportunidad de descargarme en mi casa los RSS del día y poder leerlos cómodamente, como si fuera un periódico, en mi lector de ebooks o mi tableta o mi smartphone, en modo "offline". Si no me gusta o no quiero conectarme a la web de la que emana la información, tengo derecho a acceder a su contenido a través de un cliente de escritorio sin la incomodidad de tener que volver a la web para leer una noticia completa.
Una derivada de este argumento: me hace muchísima gracia que desde tantos y tantos blogs se esté atacando a Google y/o defendiendo a los RSS cuando practican este "capado" de sus contenidos. Es el colmo del cinismo, sencillamente. Si haces un salto en tu blog es que no te interesa el RSS. Ojo, no estoy diciendo que los saltos sean "malos" o "poco éticos". Es legítimo que un creador quiera que sus contenidos sean leídos en su formato original. Lo que no es ético es dárselas de defensor de los RSS cuando precisamente esa práctica es la que está acabando con el sentido que tenía este formato originalmente.
Segundo pensamiento: Twitter no es un RSS. Twitter es un interesante servidor de enlaces (amén de su dudosa faceta social, más que discutible por sus evidentes limitaciones). A mi me gusta Twitter y soy usuario del pajarito desde hace años. Pero soy consciente de que su uso es completamente diferente al de los RSS. A modo de comparación, desde mi punto de vista el RSS funciona como un periódico y Twitter como un teletipo: evidentemente lo segundo le viene mejor al creador de contenidos, es más inmediato, más dinámico y se pierde menos tiempo. Pero no tiene que ver con RSS, no solo por su uso y funcionamiento, sino por sus propios principios: Twitter es un servicio privado y cerrado de una compañía privada. Twitter cerrará cuando sus desarrolladores lo consideren conveniente. El RSS es un estándar libre, y cualquier página puede acceder a el. No se puede destruir porque siempre estará accesible para cualquiera que esté dispuesto a mantenerlo; esta es la fortaleza suprema del software libre. Es inmortal y no depende de los vaivenes del mercado o la arbitrariedad de su creador, presidente ejecutivo, CEO o la madre que lo parió.
De modo que mi punto de vista, tras mucho leer y mucho pensar, es el siguiente: El RSS no está muerto y la decisión de Google no terminará con el. Pero al mismo tiempo, el RSS es un formato que no se entiende, que no se usa correctamente, y que se aprovecha con fines mercantilistas de una manera estúpida. Es lo que le pasa al software libre cuando se deja en manos de empresas o intereses "ocultos": deja de tener sentido. De modo que al RSS, auguro con mi bola de cristal, le pasará algo parecido a lo que le ocurre al teatro: estará en crisis permanente, pero por alguna razón desconocida, sobrevivirá.
Nota: la fuente de la imagen de arriba es toprankblog